La Ecología es una ciencia que busca entender cómo se relacionan los seres vivos con su entorno. En sus principios se pensaba que estas relaciones eran más bien simples, lineales, de causa y efecto. Durante las primeras décadas la ciencia ecológica se fundó en estas premisas, modelos de la naturaleza ideales y fáciles de entender y predecir. Al poco andar, la práctica ecológica fue dando cuenta de la insuficiencia de esta premisas para explicar los fenómenos que se manifiestan en la naturaleza. Tuvo que transcurrir varias décadas, y también varios errores, para entender que las relaciones entre los seres vivos y su ambiente, lejos de ser lineales, poseen múltiples dimensiones, miles de variables. Todas ellas compartiendo una determinada relación, siempre dinámica, siempre variable, dentro de ciertos límites de operación.
Hoy en día, las Ciencias de la Complejidad, dan cabida de manera más apropiada a la comprensión que antes se tenía de los sistemas ecológicos. Incorporando elementos de la Teoría del Caos y la Matemática Fractal, los sistemas complejos se acercan a develar la verdadera naturaleza del mundo en el que vivimos.
Una educación ecológica se basa en estos mismos principios. No en una ecología de los años ´60, sino en una ecología compleja, diversa, e impredecible. Una ecología en donde la noción de control o predicción, más bien son una ilusión que se basa en modelos ideales en donde se pretende poder controlar un gran número de variables (muchas veces todavía desconocidas) para intentar predecir el futuro devenir de un determinado conglomerado de variables.
Durante el último tiempo, la noción de Ecosistema, ha salido del ámbito original en el que fue acuñado el término de Ecología. Así, vemos publicidad en donde se promocionan, “ecosistemas electrónicos”. En otras palabras, si posees un refrigerador, un smart TV, un equipo de música y un asistente virtual de una misma marca comercial, entones eres parte de un “ecosistema”. Comparado con un verdadero ecosistema biológico, la simplicidad de los primeros es incomparable con la inmensa complejidad de los ecosistemas naturales.
Y en medio de todo esto, estamos los seres humanos. Viviendo, creciendo, aprendiendo, educándonos. Insertos en un ecosistema cada vez más complejo que ahora incluye ecosistemas artificiales, superimpuestos a los naturales, generando más variables, más consecuencias, y menos control.
Una escuela que se basa en principios ecológicos tiene el rol de poner en orden, en su respectivo sitio, qué es lo que significa cada cosa, qué rol cumple, y qué carácter de impacto tiene cada uno de estos elementos sobre la vida humana. Sobre sus creencias, sus pensamientos, sobre su salud, y sobre la relación que establecemos con nuestros pares, otros seres humanos. Y también sobre la relación que establecemos sobre nuestros otros pares, en tanto seres vivos, con todos los habitantes del mundo animal, vegetal y microscópico que se entrecruza en cada instante y en cada lugar de nuestras vidas.