El Aprendizaje es un proceso que se da naturalmente en todas las escalas de los seres vivos. Más allá de la presencia de un sistema nervioso que permite una complejidad mayor en aquello que se puede aprender, desde las criaturas microscópicas más simples, surge el fenómeno que permite la adaptación a nuevas condiciones y a nuevos procesos fisiológicos y moleculares que, de manera dinámica, van ajustándose a las nuevas condiciones.
En 1894, Alfred Binet, quien junto a su colega Théodore Simon, y como parte de un programa de colaboración para el Gobierno Frances, trabajaban en el diseño de pruebas de inteligencia para determinar la habilidad de sus estudiantes en resolver problemas que requerían de razonamiento abstracto, decidió enfocar sus estudios de psicología comparada en los microorganismos.
El libro tiene 121 páginas y doce figuras. Ofrece una visión temprana del debate sobre si los microorganismos son sensibles o meras máquinas. Este debate recuerda al relato sobre el aprendizaje de las abejas melíferas del pionero afroamericano Charles H. Turner (Abramson, 2009; Abramson et al., 2003).
Uno de los aspectos más fascinantes del libro es que contiene discusiones sobre la literatura temprana que ahora son difíciles de obtener. Además, como tantos otros libros de la historia temprana de la psicología comparada, proporciona al lector reflexivo muchas ideas para experimentos de los microorganismos”.
Un aprendizaje activo y significativo es un aprendizaje con sentido, es decir, un procesos de modificación conductual que resulta en un hallazgo, un descubrimiento hecho a través de la exploración, la indagación, la formulación de preguntas, reflexiones, experimentación, y observación de resultados.
El proceso replica la lógica del Método Científico, que guía a los investigadores, a través de la curiosidad, y la puesta a prueba de hipótesis y experimentos, a descubrir las respuestas que brinda la naturaleza frente a sus intervenciones.