En términos biológicos y ecológicos, simbiosis significa una asociación de beneficio mutuo y compartido, entre dos (o más) especies o sistemas de diferente origen o características iniciales.
En principio, basta con que uno de los participantes de esta asociación resulte beneficiado, pero, en general, lo que más sueles ocurrir, es que, de una u otra manera, el beneficio es compartido por la mayoría, sino todos, los involucrados.
Lo cierto es que, por ser tan común y extendido en la naturaleza, ha pasado grandemente inadvertido, y oscurecido, en comparación (y contraposición) con otras relaciones ecológicas como la competencia, o la depredación, que suelen ser más llevadas a la pantalla de los documentales por su impacto sangriento, de lucha y dominación, que ha sido la narrativa mediática que se han empecinado en propagar (y propagandear) las diversas plataformas de comunicación audiovisual que encontramos actualmente.
Pero a diferencia de las relaciones competitivas entre algunas especies, que normalmente se limitan a contextos espacio-temporales específicos y muchas veces (especialmente en el caso de los animales) eventos breves, la naturaleza está llena de ejemplos en los que es la colaboración, la asociación y el beneficio mutuo, los que terminan siendo la regla más que la excepción.
La simbiosis puede ocurrir a diferentes escalas, desde organismos completos, como aves e insectos que polinizan las plantas con flores, mientras obtienen el beneficio de la alimentación y la energía para sobrevivir; hasta, en la escala microscópica celular, en donde, más o menos, hace un par de miles de millones de años, unas bacterias especializadas en la captura de la energía solar, y otras especializadas en la oxidación de nutrientes, entraron en asociación con unas terceras bacterias que no poseían estas características, pero cuya estructura era más grande y acogedora, para crear una nueva estirpe de seres vivos: los Eukariontes. Células ahora capaces de mejorar sus procesos metabólicos de manera sustancial y de dar inicio a nuevos linaje de seres vivos, las plantas y los animales.
El Modelo Educativo y Metodológico de la EcoEscuela Científica Ambiental, se basa en estos mismos principios desarrollados en el mundo natural hace eones, un invento que ha permitido la subsistencia de miríadas de especies de seres vivos a los largo de la Historia de la Vida en la Tierra.
Sus principios son sólidos y probados, y se basan en un sentido de igualdad y pertenecía a un orden mayor, en donde, es el beneficio mutuo, compartido, y no el individual, es el que prevalece.
Nuestra EcoEscuela Científico Ambiental propone este tipo de relación sus estudiantes, padres, madres, apoderada/os, y comunidad docente.
Se basa en un profundo respeto mutuo, y relevancia de la individualidad y las diferencias, en un concierto interconectado de relaciones, saberes, y beneficios, que nos hagan crecer, y aprender a todos, a nuestro ritmo y capacidades, sin límites más allá de los que uno o una misma se autoimponga.
Para el conocimiento por su parte, no existen límites. Y la invitación es fundirse con este principio abarcador universal.